Una historia real sobre el arte falsificado, documental de Netflix
Todo lo que rodea al mercado del arte produce muchos titulares. A veces son los altos precios por obras contemporáneas que (no) haría un niño. Otras, porque de repente aparecen piezas cuyo origen está bastante cuestionado, indicando que podría tratarse de una falsificación o una reinterpretación interesada. Sobre esta última opción el Salvator Mundi atribuido a Leonardo da Vinci es el gran ejemplo.
Estas dos líneas, las de obras de arte contemporáneo y falsificaciones, se cruzan en el documental de Netflix y Filmin Made You Look: Una historia real sobre el arte falsificado.
La historia de una galería con obras de expresionismo abstracto
El documental de arte examina el caso que se produjo en la histórica galería de arte Knoedler en Nueva York. Era uno de los espacios de arte más antiguos de la Gran Manzana, con más de 165 años a sus espaldas.
En las paredes de la galería Knoedler se habían colgado los cuadros de muchos de los grandes artistas que habían pasado por Norteamérica. Sin embargo, como especifica el documental, no habían tenido el olfato para llevar a su catálogo la generación de los expresionistas abstractos americanos…Hasta el año 1995, cuando vieron la oportunidad de comprar un Rothko.
El origen incierto de un Rothko
En algún momento de 1995 llegó a la galería Knoedler Glafira Rosales, una desconocida intermediaria, con un hermoso cuadro de Rothko.
Según cuenta la responsable de la galería Ann Freedman, Glafira Rosales no podía desvelar a quién pertenecía el cuadro, por expreso deseo de su propietario. Sólo podía decirle que era de un millonario mexicano que en un momento se había mudado a Nueva York, donde había comprado varias obras de expresionismo abstracto americano, como Motherwell o Pollock. Los había adquirido cuando estos creadores todavía no habían alcanzado su pico de fama. Los cuadros llevaban décadas en México y su hijo, el heredero de su fortuna, quería venderlos.
Por tanto, los cuadros habrían estado en un ámbito privado y habían permanecido inéditos. Eso explicaría por qué nadie los había visto antes, por qué no estaban en los catálogos razonados.
Después de este primer Rothko vinieron decenas de obras más, todas de artistas de primera línea del arte estadounidense de mediados de siglo XX. Las preguntas sobre el coleccionista anónimo siguieron, a lo que Glafira fue adaptando una historia más o menos creíble, pero nunca definitiva.
Así, entre 1995 y 2008, la galería Knoedler de Nueva York vendió 60 obras falsificadas por 80 millones de dólares.
Los mecanismos del arte: la obra de arte y su historia
Por el documental de Netflix Made You Look: Una historia real sobre el arte falsificado pasan periodistas especializados, que ofrecen los datos sobre el caso. Pero también profesionales del mundo del arte: responsables de la Dedalus Foundation (fundada por el artista Robert Motherwell), críticos de arte, la ejecutiva de IFAR, la conservadora de los Museos de Arte de la Universidad de Hardvard, miembros de la New York Art Forensics, el FBI…
Estos profesionales ayudan a entender cómo se certifica la autenticidad de una obra que aparece de repente, asociada a un autor concreto, muchas veces con una alta cotización en las salas de subastas.
La pieza de arte y la autenticidad de la obra
El primer detalle a observar está en la propia obra. Tiene que ser “coherente”, acorde a los rasgos estilísticos y creativos del artista, y debe de corresponderse con el resto de la producción artística del autor. Esto también se refiere a las partes no visibles, como la trasera del lienzo, que da una información única. Y, por supuesto, a los materiales con los que está ejecutada.
De hecho, se explica que se examinan los pigmentos de un pollock Sin título (1950), vendido en la galería Knoedler. Los resultados desvelan que hay un componente surgido a partir de 1970, ¡cuando Jackson Pollock había muerto en 1956!
La trazabilidad de la obra: de dónde viene
El segundo de los puntos que determinan si una pieza es falsa o auténtica está en la procedencia. Se debe poder trazar la historia de una obra de arte desde su último propietario hasta el momento donde fue creada, ya sea el estudio del artista o el primer lugar para la que fue concebida.
Aquí hay que rastrear todo tipo de documentos, como fotografías antiguas, archivos, prensa, grabados, testamentos…Cualquier pequeño texto o imagen puede ofrecer una pista impagable.
Lo extraño es que unos artistas tan fotografiados como los expresionistas abstractos americanos, que les hacían fotos en sus estudios, que se hacían catálogos de sus obras en vida, no tenían ninguna referencia para las obras que aparecían en la galería Knoedler.
El catálogo razonado de un artista
El tercero de los puntos que certifican a una obra es el catálogo razonado de un autor. Evidentemente, si es una obra inédita no aparecerá. Pero los que han redactado este catálogo deben examinar esta pieza nueva, para ver si se puede incluir en el catálogo.
En el caso del documental, el primer rothko presentado en la galería Knoedler fue reconocido por el creador del catálogo razonado como una posible obra del pintor expresionista abstracto. Eso sólo a partir de haber visto la obra, sin acceder a la posible documentación adjunta a la obra y a su trazabilidad.
Los mecanismos del arte: exposiciones
Puede que una obra de arte no tenga una confirmación total de la autoría de un artista. Pero cuando entra en el circuito de las exposiciones de arte, es como si se aceptase la autenticidad. Porque, ¿quién se va arriesgar a exhibir una falsificación?
Esto es lo que pasó con uno de los rothkos vendidos en la galería Knoedler: la prestigiosa Fundación Beyeler lo colgó en sus paredes en una exposición monográfica dedicada a Mark Rothko.
Dudas sobre el arte
Los cuadros de la galería norteamericana se consolidaron en el mercado. Hasta que las dudas son mayores que las certezas: no se sabe bien el origen y trazabilidad de las obras.
Con tantos millones en juego por parte de los compradores necesitan más seguridad. En este punto, los análisis de pigmentos confirman las sospechas: era una falsificación. Además, el motherwell Spanish Elegy 1953. P.24 estaba pintado de una manera muy diferente a la que lo hubiera hecho su autor, según la Dedalus Foundation.
No importan las excusas que se dan en el documental de arte de Netflix: “Era un cuadro hermoso”, “Lo vio el hijo del artista y lo reconoció como probable obra de su padre”. ¿Cómo no iba a ser auténtico con estas evidencias? Desde la galería trataron de ocultar todas las pruebas que se manifestaban en su contra.
Las falsificaciones de arte: un señor de Lugo, un pintor chino
La investigación que acabó en un juicio en 2013 reveló la existencia de una trama de falsificación y venta de obras de arte.
Glafira Rosales y José Carlos Bergantiños (un español que habla desde Lugo en el documental) contrataron a un excelente y desconocido artista chino, Pei-Shen Qian. Este se encargaba de hacer las obras al estilo de los grandes expresionistas abstractos, con materiales propios de la época.
Mientras, Glafira se encargaba de dar forma al origen de las obras. Ofrecía datos reales a cuentagotas de antiguos marchantes que habían muerto hacía décadas, para mezclarlos en su historia del desconocido coleccionista mexicano.
La codicia de una galería, junto con la necesidad de la encargada de creerse esta historia y no reventar la burbuja hicieron el resto. Hasta que las investigaciones sobre las obras de arte no pudieron ocultar la verdad de lo falso de las obras.
Documental de arte de Netflix: Historia sobre arte falsificado
El documental de arte de Netflix de Barry Avrich Made You Look: Una historia real sobre el arte falsificado desvela toda esta peripecia de arte, dinero e investigación.
Sólo hay un gran artista auténtico en toda esta pieza audiovisual: el artista chino Pei-Shen Qian, capaz de encandilar a una galerista y a sus compradores con sus hermosos y falsos cuadros.
El arte falsificado está rodeado de buenas historias dignas de conocer. Incluso los museos están interesadas en contarlas al público, como sucedió con la exposición Falsos Verdaderos del Museu d’Art de Girona, donde se exponían parejas de piezas auténticas y falsas de la colección del museo.