La Vuelta felicita al Museo del Prado con un vídeo de Eugenio Ampudia
Esta semana hemos visto un nuevo vídeo de homenaje de una institución deportiva al Museo del Prado. La Vuelta ha emitido su felicitación audiovisual por el bicentenario de la pinacoteca madrileña con un vídeo de Eugenio Ampudia: La Vuelta al Prado.
En esta pieza los ciclistas pedalean por los pasillos del museo, con las grandes obras del arte universal colgadas en los muros, asistiendo a la celebración de la carrera. En el vídeo explicativo observamos cómo se han tomado imágenes reales de de corredores de ediciones pasadas de la Vuelta Ciclista a España y las han montado sobre vídeos realizados en el Museo del Prado.
El artista Eugenio Ampudia se caracteriza por cuestionar todos los mecanismos del arte, incluyendo el museo como espacio de exhibición del arte y la relación que debe tener el público con esta institución. En este sentido, en su serie Dónde dormir el artista ha pasado la noche en una cama improvisada en lugares como la Alhambra de Granada, el Palau de la Música Catalana o el propio Museo del Prado, exigiendo una relación más íntima entre el espectador y el monumento que contempla. En Una corriente de aire Eugenio Ampudia crea un vídeo donde la sala de lectura de la Biblioteca Nacional de España queda atravesada por nubes, como metáforas de las ideas que deberían recorrer estos espacios de intercambio de cultura.
Pero me voy a parar en otra obra que inspira claramente la de La Vuelta al Prado. Se trata de Prado GP de 2008. Aquí son motociclistas los que protagonizan las acciones propias de una carrera (salida, adelantamientos, caídas) dentro del Museo del Prado. También se adivinan las obras mientras se sucede la rapidez de la competición. En la web de Eugenio Ampudia se explica que se evoca a la velocidad con la que los visitantes pasan por la ingente cantidad de obras maestras de los museos abarrotados de obras, a las que al final sólo se les dedican unos segundos. “sólo el tropezón o el accidente detiene aquí a los veloces visitantes”.
En La Vuelta al Prado se repite el mismo esquema: una carrera en medio del museo recurriendo a imágenes reales de los deportistas. Eso sí, esta vez ha podido contar con una mayor producción para su obra, con más profesionales implicados. La calidad del resultado de la actual pieza tiene mayor calidad que la anterior, aunque se observa un claro “efecto croma” en el que se adivina que corredores y salas de museo no conectan. Aunque no creo que le importe al artista, que al final hace una recreación, una ficción, un producto alejado de la verdad. No quiere engañar con una producción perfecta, el espectador ya sabe que no está viendo algo auténtico, sino una pieza artística. Como cuando en Museum and Space (2011) lanza al Museo Guggenheim de Nueva York al espacio, en donde también se nota ligeramente que es una imagen sobreimpresionada a otras reales.
Aquí radica la diferencia entre las otras acciones que se han hecho en el Museo del Prado con instituciones deportivas. Mientras que el Atlético de Madrid creó una vídeo publicitario de su fichaje, o el Recreativo de Huelva emitió una pieza informativa sobre la relación del azul ultramar de su nueva camiseta con la Anunciación de Fra Angelico, La Vuelta ha promovido una obra de ficción, puramente creativa.
La camiseta del Recreativo de Huelva homenajea al Museo del Prado
Así, los que comparáis esta acción de La Vuelta con las imágenes de los ciclistas del Tour de Francia atravesando los patios del Museo del Louvre en la salida de la última etapa de la ronda gala, caéis en una equivocación. Estas últimas recogen como un documental la estética del pelotón en carreretera, con la fusión con el paisaje (urbano), que en ese caso era una conjunción entre lo monumental del palacio del Louvre con la contemporaneidad de la Pirámide de Pei, a la que se homenajea.
La Vuelta al Prado, en cambio, es una obra de ficción vinculada al arte. Aunque los productores afirmen que se “recrea una etapa ficticia en la que La Vuelta recorre las salas del Prado haciendo partícipe al espectador de la riqueza de su colección (…) a través de los ojos del artista Eugenio Ampudia”, tienen como resultado una pieza de videoarte que encajará perfectamente en la producción del artista.
Por tanto, hay que examinar La Vuelta al Prado como lo que es: una pieza de videoarte. No la veáis como una intervención agresiva dentro del Museo del Prado, ya que es un montaje.
Valorad la obra de Eugenio Ampudia justamente: como una obra de videoarte. Y si esta pieza creativa funciona como campaña de felicitación de La Vuelta por el bicentenario del Museo del Prado.