El patrimonio y los eventos deportivos

Índice de contenidos en este artículo:

1. El Tour de Francia en el Museo del Louvre
2. Cuando el patrimonio forma parte de los eventos deportivos
3. El origen de las retransmisiones audiovisuales de los eventos deportivos
4. Eventos deportivos y patrimonio, ¿por qué no?

El Tour de Francia en el Museo del Louvre

El domingo 28 de julio el Tour de Francia atravesó con su pelotón los patios del Musée du Louvre. Había que pasar delante de la pirámide de Pei como un acto más de celebración de los 30 años de la construcción de este elemento arquitectónico que renovó el museo francés.

El pelotón bordeando la pirámide de Pei en el Louvre © A.S.O./ Pauline Ballet

Sin embargo, he leído muchos comentarios negativos, incidiendo en una supuesta falta de respeto por el patrimonio. Incluso había quién hablaba de que no se debía dejar pasar por un entorno patrimonial a los ciclistas, cuando se sabe que se orinan encima y tiran los envoltorios de los alimentos y los bidones. Son afirmaciones sin ningún tipo de fundamento, ya que los corredores claro que hacen sus necesidades, pero en lugares sin público y cuando las cámaras no los enfocan.

Respecto al tema de arrojar basura, cada año se toman medidas más severas para que se recojan el mayor número de desperdicios de la carretera: el Tour tiene una red de recuperación de residuos en zonas específicas y está prohibido arrojar nada en lugares sin público. Los aficionados son los encargados de tirar los envoltorios o quedarse los bidones de recuerdo.

Con todo, estoy seguro de que esta parte de la etapa del Tour tenían órdenes precisas de mantener un buen comportamiento. Por otro lado, al tratarse de un pavimento no asfaltado, con adoquines y cambios de suelo, merece la mayor atención de los ciclistas para controlar totalmente la adherencia de sus bicicletas.

Volvamos al paso por la ronda gala por el museo del Louvre, ¿se trataba de una excepcional relación de deporte y entorno patrimonial?

Cuando el patrimonio forma parte de los eventos deportivos

Al examinar la historia del deporte encontramos que la mayor parte de las actividades deportivas de la Historia de la humanidad están asociadas a celebraciones de tipo religioso y/o social. Los antiguos Juegos Olímpicos tenían lugar en el Santuario de Olimpia dedicado a Zeus; el sumo sigue ligado a la tradición sintoísta de Japón; el juego de pelota de aztecas y mayas (un precedente del fútbol) también estaba relacionado con determinados rituales; y en Italia existen deportes históricos que se celebran desde hace siglos de manera más o menos ininterrumpida, como el Palio de Siena o el Calcio Storico de Florencia, que tienen lugar durante determinadas festividades y en unos espacios históricos concretos.

Un partido de Calcio storico en la Piazza de Santa Croce © Comune di Firenze 2019

El primer deporte colectivo moderno (entendido como actividad física con unas reglas específicas con el objetivo de unificar criterios para facilitar la práctica de participantes y jueces) es el rugby. En 1846 los estudiantes del Rugby College pusieron por escrito las reglas de este deporte británico. Así nace el deporte no vinculado a liturgias, espacios históricos, centros académicos o calendarios religiosos y sí a un reglamento que impone aspectos como recinto de juego, tiempos, jugadores, etc.

La creación de los Juegos Olímpicos Modernos de Atenas en 1896 por el Barón de Coubertin marcó otro de los grandes momentos de la historia del deporte. Para entrar en el circuito olímpico, los deportes existentes se definen al máximo, con reglas y recintos de juego concretos. A partir de ahí, surgen nuevos deportes. Actualmente el Comité Olímpico Internacional acoge 73 federaciones deportivas que agrupan a muchas más disciplinas.

Como era de esperar, ningún deporte moderno detalla una relación con el patrimonio histórico. Pero hay algunos que necesitan de entornos naturales para su práctica, como la natación en aguas abiertas, la vela o las diferentes pruebas de esquí. De hecho, hay deportes como los que se integran en la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada que han creado un protocolo medioambiental.

El sumo, ligado a la tradición sintoísta

El origen de las retransmisiones audiovisuales de los eventos deportivos

La retransmisión del deporte tiene un hito fundacional: el documental Olympia de Leni Riefenstahl, que resume los polémicos Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Los juegos con los que Hitler quiso demostrar una supuesta superioridad de la raza aria. En el filme se exhibe toda la monumentalidad de los cuerpos de los atletas, desvela el espíritu del “Más rápido, más alto, más fuerte” en la pantalla, pero no incluye la escenografía monumental de la ciudad. Sí que hay múltiples planos en los que se exprimen las perspectivas con el estadio, pero na da más allá de los recintos deportivos.

Hasta donde he podido investigar, la primera vez que se utiliza el patrimonio como escenografía de un evento deportivo de manera muy cuidada tiene lugar en Roma en 1960. Los Juegos Olímpicos de la ciudad eterna fueron testigos de uno de las pruebas de maratón más recordadas de todos los tiempos. El etíope Abebe Bikila, un completo desconocido, apareció en la línea de salida descalzo. El atleta corría así porque estaba acostumbrado a ello y sin zapatillas fue capaz de imponerse a todos los favoritos marcando un nuevo récord mundial.

El comité organizador de Roma 1960 diseñó un recorrido que incluía los grandes monumentos de la antigüedad, testimonio vivo de la gran historia imperial. Se partía de la Piazza del Campidoglio, entre las estatuas de los Dioscuros y se realizaba un recorrido triangular que incluía el paso por delante del Coliseo, la Vía Apia o las Termas de Caracalla. El maratón comenzó a última hora de la tarde, para que los últimos quilómetros se corrieran de noche, con iluminación de antorchas, en una final épica. La meta se situaba bajo el arco de Constantino.

La final de la Maratón de Roma bajo el Arco de Constantino ©Marca

El Istituto Luce grabó las imágenes para mostrar la gloria de Roma a todo el mundo. Aunque no eran los primeros juegos retransmitidos por televisión, sí que eran los primeros en llevar su señal hasta Norteamérica (habría que esperar a Tokio para que las retransmisiones fueran mundiales). El patrimonio monumental contribuyó a engrandecer la imagen de los Juegos de 1960 y se ha quedado como un icono universal de la historia del deporte.

Curiosamente, en 1990 otro gran evento Deportivo vuelve a utilizar las Termas de Caracalla como fondo. Para la ceremonia de clausura del Mundial de Fútbol de Italia 90 nace el recordado espectáculo de Los tres tenores, con Luciano Pavarotti, Josep Carreras y Plácido Domingo, bajo la batuta de Zubin Mehta. Otra vez la Roma imperial aparecía ante el mundo.

Eventos deportivos y patrimonio, ¿por qué no?

Los diseñadores de pruebas deportivas y grandes eventos son conscientes del poder de la imagen que combina deporte y ciudad. En este contexto, los elementos patrimoniales y los conjuntos monumentales urbanos son los encargados de hacer única una competición deportiva, de darle un sello genuino. Así lo saben las pruebas ciclistas, cuyas primeras y últimas etapas se han convertido en un catálogo de turismo de las localidades y regiones que pagan por esta visibilidad. Pero también los maratones, que recorren los lugares más característicos de las ciudades en sus 42 quilómetros de carrera.

En cuanto a la imagen urbana que ofrecen los últimos Juegos Olímpicos, Barcelona 92 marcó el camino: los saltadores de trampolín realizaban sus ejercicios en las piscinas de Montjuic, con el fondo recortado de la ciudad, reconocible por las torres de la Sagrada Familia. En Sidney 2000 querían mostrar la espectacular bahía de la ciudad con su ópera, por lo que celebraron allí el triatlón y la vela. En Pekín 2008 la prueba de ciclismo en ruta se desarrollaba al lado de la Gran Muralla y de otros monumentos como el Templo del Cielo.

Triatlon de Sidney 200 © Copyright ICO 2019

Pero los deportes no sólo utilizan los icónicos paisajes de la ciudad. A veces también se desarrollan en torno al patrimonio. En Atenas 2004 querían volver a Olimpia para hacer alguna prueba atlética y conectar los juegos modernos con los de los antiguos griegos: los afortunados fueron los lanzadores de peso, cuya competición se realizó tomando todas las medidas necesarias para no estropear el conjunto arqueológico.

El lanzamiento de peso en Olimpia © IAAF

Hay más ejemplos de deporte en atractivos patrimoniales: el Campeonato Mundial de Tiro con Arco de 2011 celebrado en los jardines del Palazzo Stupinigi de Turín. También en Italia, hay competiciones de esgrima (en la que el país transalpino es potencia mundial) que se realizan en plazas históricas. Por no hablar de la última etapa del Giro de Italia de 2019, que finalizaba dentro de la Arena de Verona, un emblemático anfiteatro romano en el que se organizan óperas y conciertos. O el cross de Itálica, cuyas pistas coinciden con el trazado de las calles de la ciudad romana. Por último, en natación, los saltos de gran altura (más conocidos por su nombre inglés de “high diving”) planifican pruebas en los acantilados de conjuntos monumentales costeros de todo el mundo. Cuando una marca energética organiza estos saltos, la monumentalidad está garantizada.

Mundia de Tiro con Arco en los jardines del Palazzo Stupinigi © ScatTO Città di Torino

Cómo no, hay ejemplos negativos, no todo vale. En Mérida un torneo de pádel quería celebrarse sobre un conjunto arqueológico. O la prueba de Fórmula 1 -que sí se realizó- que bordeaba una torre medieval en Bakú, con un evidente peligro de colisión de los bólidos a más de 200 quilómetros por hora.

Pero si la competición deportiva es respetuosa con el patrimonio, ¿por qué no aprovecharlo? Mientras se trate de eventos deportivos al aire libre, ya que en entornos cerrados son muy difíciles de mantener unas condiciones ambientales concretas. Y por supuesto, sin gran concentración de público. ¿O es mejor para un recinto arqueológico un concierto de hora y media con miles de espectadores -sin duda, un acto cultural- que el paso rápido de cien corredores de élite de un maratón?

El final del Giro de Italia 2019 dentro de la Arena de Verona © Copyright 2019 Dmedia Group SpA

Juegos Olímpicos, maratones y grandes vueltas ciclistas ofrecen una visibilidad en todo el mundo que es impagable por una campaña publicitaria convencional. Hace años, estas imágenes icónicas se pasaban por la televisión y ocupaban páginas de periódicos y revistas. Pero hoy, los vídeos de los canales de Youtube de los organizadores y la fuerza de las redes sociales logra que estas instantáneas, en las que el patrimonio aparece mezclado con el deporte, se transmitan con una enorme velocidad en todas las pantallas.

Además, la etiqueta social que acompaña a las imágenes en las redes sociales permite que esos contenidos sean fáciles de compartir y de encontrar entre toda la información que puebla internet.

Por tanto, no desacreditemos al Louvre por permitir que los ciclistas recorran sus patios. Sí que podemos analizar si es conveniente más publicidad para un museo que se ha convertido en un instrumento total de marqueting, pero no por aparecer como parte de una prueba deportiva durante menos de 2 minutos.

En resumen, los eventos deportivos al aire libre pueden deberían apoyarse más en los atractivos patrimoniales, siempre que toda acción sobre ellos sea reversible. La proyección de televisiones y redes sociales ofrece una enorme repercusión a nivel mundial que podría servir de promoción del patrimonio.

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