El museo del post-covid: no se puede tocar
Desde el lunes 11 de mayo, los museos pueden volver a abrir en España, en las zonas que hayan entrado en la fase 1 de la desescalada. El Centro Botín de Santander ha sido la primera institución en dejar acceder a los visitantes este 12 de mayo.
El Gobierno de España definió las “Condiciones de apertura al público de los museos” en el Boletín Oficial del Estado del 9 de mayo. En el Capítulo IX se especifican algunas directrices que se habían avanzado los días anteriores: que sólo se puede acudir a los museos de forma individual (entendiendo esto tanto como una persona única o como la unidad de convivencia), que sólo estarán abiertas las exposiciones temporales y las permanentes, mientras que está prohibida la realización de actividades paralelas, como las visitas culturales y didácticas.
Para garantizar el cumplimiento de las medidas higiénicas más estrictas, se elimina el servicio de consigna, se señalarán las distancias de seguridad entre personas, con el diseño de itinerarios que faciliten el flujo de públicos y se recomienda la compra de la venta online. Y todo con el aforo limitado a un tercio de su capacidad.
Desde mi punto de vista, es interesante la frase que afirma que “el uso de elementos museográficos diseñados para el uso táctil por el visitante estará inhabilitado”. Esto se refiere a los recursos interactivos de las salas, pero tampoco estarán disponibles “las audioguías, folletos en sala o cualquier material análogo”.
Ante esta nueva realidad que acaba con el “museo táctil” en todos sus materiales, desde la papelería hasta las pantallas móviles y fijas que hay en el museo, ¿cómo se podría tener una alternativa? ¿Podrían ser los códigos QR?
Códigos QR en el museo, ¿una alternativa?
Hace días planteé estas dudas en una encuesta en Twitter. La pregunta que enuncié era: “¿Creéis que es buen momento para recuperar los códigos QR para transmitir la información en el museo?”. De los 783 participantes, un 86,5% dijeron que Sí; el 13,5% restante optó por la respuesta del No.
Con todo, lo más interesante fueron los comentarios, que arrojan bastante luz a las ventajas e inconvenientes de la instalación de códigos QR para sustituir a la papelería informativa del museo.
Por ejemplo, muchos mencionaron que la existencia de elementos que tengan que ser interpretados con herramientas tecnológicas tiene un gran enemigo en la brecha digital. Esta, aunque cada vez es menor, sigue existiendo y hay gente que no posee smartphones o, aunque los lleve consigo, no sabe cómo exprimir posibilidades como el escaneo de códigos. Para solucionar este problema se necesita más que nunca el factor humano, como el perfecto intermediario entre las piezas expuestas y el espectador, como garantía para derribar cualquier brecha digital. Pero quizá no todos los museos dispongan de personal en todas sus salas o para todos los horarios (algo que, lamentablemente, se producirá aún más).
Desde su experiencia, el Museo de Cádiz contaba que colocaron códigos QR a 20 piezas destacadas del museo. “No vimos a casi nadie usarlas. Se quedó en algo anecdótico. Tienes que instalar una app, sacar el móvil, hacer una foto, esperar, leer lo que pone…demasiados pasos”. ¿Seguirá pasando lo mismo en el museo de esta “nueva realidad”?
El facultativo de museos José Luis Hoyas, quien en el último artículo de su blog ha ofrecido una buena lectura de cómo se debe transformar el museo en la época post-covid, también hizo una necesaria aportación. “Cualquier herramienta (qr, app, audioguía, reconocimiento de imagen…) es útil, pero exige que el museo destine recursos”. Y abundaba José Luis Hoyas en que “la gente no se da cuenta de que esos contenidos hay que diseñarlos, elaborarlos y actualizarlos”.
Uso de códigos QR en el museo
Recordemos el problema al que se enfrenta el museo y su público: el fin de la tactilidad, tanto en los materiales de papelería como en pantallas fijas y móviles que ofrece el museo. Por eso es importante reforzar la presencia de mediadores en el museo.
Pero también habrá que llevar los contenidos que existían en folletos, trípticos, hojas de sala, etc. al formato digital, pero para consumirlos en un dispositivo privado, de cada espectador. Y aquí el código QR, que se veía casi como algo engorroso, está siendo escogido como la herramienta ideal para llevar la información a una pantalla privada. Es más accesible que una aplicación y ya hay otros sectores más allá de la cultura que están recurriendo a los códigos QR para que los consumidores ante la imposibilidad de ofrecer papel, como sucede con las cartas de los restaurantes, que ahora aparecen tras escanear un código con nuestro móvil.
Por supuesto, el cambio del contenido del papel a lo digital supone la necesaria adaptación de los contenidos al nuevo formato, que ofrece otras posibilidades, como los hipervínculos o la navegación por internet. Con ello, convendría que el museo facilitase también una conexión wifi para cada asistente. Y no sólo deberían aparecer textos en la pantalla que sustituyan los que hay en el papel: pueden publicarse audioguías, videoguías…
Además de para facilitar información de la visita, los códigos QR podrían ofrecer más soluciones para sustituir otros elementos de papel que la ley no permite dispensar. Hablo de las entradas: ¿por qué no dejar que sea el visitante el que se la descargue dentro del museo, para que tenga ese recuerdo, aunque ahora sea digital?
La comunicación de las instituciones culturales en tiempos de coronavirus
Después de años reivindicando un museo más táctil, contra el “No tocar”, las medidas sanitarias obligarán a cambiar las herramientas de acceso a la información. ¿Serán los dispositivos móviles los que faciliten la mediación con las piezas expuestas?
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