El arte de Picasso y Picabia en la Fundación Mapfre
Uno de los hitos del arte de vanguardia fue el nacimiento del cubismo, representado en la pintura de 1907 Las señoritas de Avignon, obra de Pablo Picasso. Llevamos más de un siglo repitiendo fechas como estas, asociándolas a piezas concretas y a artistas consolidados y triunfadores. Pero nos olvidamos que la realidad en la que se pintaron estos manifiestos artísticos está más cerca de una anécdota intrascendente en el momento en que se produjo, y muy lejos de un catálogo de arte en el que se muestran las obras de grandes artistas. Por poner un ejemplo, el mencionado óleo de Las Señoritas de Avignon se expuso públicamente por primera vez en 1916, ya que Picasso lo había mantenido oculto después de haber causado una profunda impresión al pequeño círculo de amistades al que había mostrado su obra en el taller, recién terminada.
Este nuevo reconocimiento de la época de las vanguardias es el punto de partida de la exposición «Picasso-Picabia. La pintura en cuestión» de la Fundación Mapfre de Barcelona, que hemos podido disfrutar en una nueva convocatoria de bloguers. El artista que ha conseguido toda la notoriedad, incluso en los no iniciados, es el pintor malagueño. Pero en los primeros años en los que coincidieron en París, muchos confundían ambas personas por la semejanza de sus apellidos y por las coincidencias en la experimentación de su pintura. Porque se puede establecer un paralelismo entre Francis Picabia y Pablo Picasso, que es recogido por la propuesta museográfica para presentar cada uno de los pintores.
La Fundación Mapfre realiza un repaso cronológico por la producción artística de ambos pintores desde que coinciden en la década de 1900 en salas de exposiciones, hasta la obra última de cada uno de ellos. El recorrido comienza con Pablo Picasso como inventor del cubismo (junto a Georges Braque): esta vanguardia tuvo un amplio seguimiento entre muchos artistas en los siguientes años. Y uno de los que cultivan el cubismo en sus cuadros fue Picabia a partir de 1910. Sin embargo, a pesar de la incipiente admiración del mundo del arte contemporáneo, Pablo Picasso pasaba relativas penurias hasta que en la década de 1910 ingresa en el mercado del arte con una cotización de superestrella. Francis Picabia, por su parte, era hijo de un exitoso burgués parisino y se puede lanzar al arte desde la comodidad económica: comenzó influido por el impresionismo, el puntillismo y el postimpresionismo hasta que alcanza una rápida madurez pictórica con la que comienza a crear obra nueva, en este caso, ligada al cubismo. El dinero familiar permite a Picabia cruzar el Atlántico y presentarse en el Armory Show de Nueva York en 1913, en donde se estaba haciendo una retrospectiva del arte contemporáneo europeo. Por supuesto, Picabia consigue exponer allí su obra, que ahora es un cubismo más colorista y encaminado hacia la abstracción: el cubismo órfico. Picabia se coloca junto a los maestros de la pintura desde el siglo XIX hasta ese año.
Pero Picabia tenía un talento innato para la creatividad y no era capaz de permanecer demasiado tiempo en un mismo estilo: se encuentra con Dadá, aquella vanguardia que se convierte en una forma de anti-arte desde la neutral Suiza, mientras el resto del continente europeo se está despellejando en una guerra absurda. Y en 1918 se inventa el maquinismo: una vanguardia propia en la que retrata a sus amigos, pero convertidos en máquinas. Hay que tener en cuenta la influencia de Dadá en su gusto por los motores, pero también su conocimiento de los coches, ya que era coleccionista de automóviles.
La Guerra Mundial también llevó a muchos artistas a Barcelona, Picabia entre ellos. La ciudad condal ya estaba llena de espectáculos de variedades, cuyo epicentro es el Paralelo. Los extranjeros asilados en Barcelona escogen ver las funciones más exóticas para ellos, con cuplé, flamenco y artistas regionales. Este gusto por las manolas, por los bailes españoles se importa posteriormente a París, en donde las bailarinas serán tratadas como auténticas estrellas. Los artistas, por su parte, quedan fascinados por ellas y las retratan en sus obras: Picabia es uno de los que lo hace. Picasso también, aunque ya conocía este tipo de representaciones.
Lo mejor de esta exposición de la Fundación Mapfre de Barcelona está en que, a pesar de sus diferencias estilísticas, Picasso y Picabia coinciden durante casi una década en una subversión hacia la pintura: se convierte en destrucción con Picabia por su influencia del Dadá, mientras que en Picasso se orienta hacia la simplificación del cubismo sintético. Picasso coloca el objeto sobre el lienzo, no hace falta pintarlo, e interviene con la pintura en torno a esos materiales literales. Picabia, por su lado, destroza el lienzo, dejando el marco desnudo y presentando unas palabras sujetas por cuerdas, como en su obra Dance de Saint-Guy de 1919. Pero también convierte la obra en un objeto agresivo hacia el espectador, incluso en lo físico, ya que incluye objetos punzantes en los marcos. Aquí los dos artistas se adelantan a genios de la segunda mitad de siglo XX como Tapies, Lucio Fontana, Manolo Millares…
Francis Picabia deja de producir obras tan memorables en la década de los años 30. Su pintura se torna figurativa, con retratos de alta sociedad. Sus cuadros de vejez revelan un espíritu cansado, con obras oscuras, de una abstracción inquietante. Picasso continúa con la experimentación hasta el último día de su vida, con impactantes retratos, observación de la pintura clásica y un vitalismo en cada pincelada.
En definitiva, una exposición para vivir la pintura y descubrir la inmensa obra de Picasso, que la realiza con una tremenda coherencia a través de 7 décadas; y la productiva creatividad de Francis Picabia, que atraviesa un gran número de vanguardias por la pintura, el cine y la literatura.