El cómic de Georgia O’Keeffe en el Museo Thyssen
El cómic de Georgia O’Keeffe de Astiberri es el nuevo recurso del Museo Thyssen para completar su exposición monográfica en el museo madrileño. La autora María Herreros presenta en el título Georgia O’Keeffe la historia vital y creativa de la gran artista americana.
En el caso de la creadora Georgia O’Keeffe (1887-1986) la obra y la vida personal van en paralelo, entrelazadas la una a la otra. Así se aprecia en la exposición temporal del Museo Thyssen, pero también en cada una de las viñetas dibujadas por María Herreros.
La historia de una pintora en el cómic de Georgia O’Keeffe
En el cómic de Georgia O’Keeffe se cuenta la historia de la pintora de forma lineal desde el año 1915 hasta su fallecimiento en 1986. Es, en realidad, la historia de una genial artista, desde sus primeros pasos como pintora a los últimos días de su vida, en la que siempre se acompañó de su potente y singular arte.
En la primera viñeta de esta historieta de Georgia O’Keeffe nos trasladamos a agosto de 1915. Estamos en Charlottesville, en la casa familiar de Georgia. Ella es una profesora de arte que está pasando sus vacaciones con los suyos.
María Herreros la dibuja mirando de cerca una piña, casi como si quisiera observarla a través. Georgia se acerca a lo cotidiano de la naturaleza y lo analiza. Así la autora del cómic nos anuncia lo que será el sello de su pintura posterior.
Georgia O’Keefe contada por ella misma
La historia del cómic de Georgia O’Keeffe se cuenta desde la figura de la pintora. Ella sale en la gran mayoría de viñetas, interpretando el paisaje y los objetos que ha materializado en su obra.
Para completar esta biografía dibujada, la mayor parte de textos vienen de sus miles de cartas. Se leen con caligrafía en minúscula, como si ella misma estuviera escribiendo. En su correspondencia explica su forma de actuar en la vida-arte, cuál es su pensamiento, cómo se posiciona frente al mundo que la rodea.
Pocas veces la narradora tiene que recurrir a unos recuadros donde la letra cambia a mayúscula, pero que son necesarios para contextualizar los cambios que se han producido en su biografía.
El camino hacia un arte propio de Georgia O’Keeffe
La biografía de Georgia O’Keeffe explica que 1915 es el año clave de su vida como artista. Ella, como profesora en la materia, conoce la Historia del Arte. Sabe que no tiene sentido imitar a los maestros. Está fascinada con el arte contemporáneo que llega a Nueva York, el de las vanguardias. Y quiere encontrar su camino propio.
“Decidí parar de pintar, apartar todo lo que había hecho, y empezar a decir cosas que eran sólo mías”. Estas palabras de O’Keeffe abren una etapa de obra al carboncillo, abstracta. No quería emplear el color hasta que no entendiera qué formas quería plasmar en el papel.
Estos dibujos llegan a las manos del fotógrafo Alfred Sieglitz, que regentaba una de las galerías más prestigiosas de Nueva York. Y, cómo no, los dibujos de Georgia O’Keeffe acaban expuestos en las paredes de la galería de la Quinta Avenida de Nueva York. Este nuevo arte lleva al éxito la pintura de Georgia O’Keeffe.
La mirada singular del arte de Georgia O’Keeffe
Como se observaba desde la primera viñeta, la mirada atenta de Georgia O’Keeffe aparece continuamente en cada dibujo de la historia de María Herreros. La autora enfoca los ojos mirando objetos y paisajes. Pero también pone atención en las manos, mostrando el sentido táctil que existe en la obra pictórica de O’Keeffe.
De esta manera, con su mirada singular, se entiende su particular observación de los rascacielos de la Gran Manzana. “No se puede pintar Nueva York como es, sino como se siente”, dice Georgia O’Keeffe en el cómic, recogiendo sus auténticas palabras. La pintora ve cómo las cristaleras del rascacielos del Shelton están inundadas de un sol deslumbrante, que parece un mordisco que lo vacía. Así se explica su visión de El Shelton con manchones de luz (1926).
La naturaleza, con la fuerza del sol, con los efectos hipnóticos de la niebla, con los reflejos de la luna, es capaz de modificar nuestra percepción de una ciudad tan monumentalmente vertical como Nueva York. Pero sólo Georgia O’Keeffe era capaz de llevarlo a la pintura.
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La pintora de la Gran América en viñetas
Cuando lees o escuchas a expertos en el cine de western, afirman que el paisaje infinito de los desiertos áridos y vacíos de personas son un protagonista más. Porque los altos cactus, las secas y altas rocas y los esqueletos de animales tienen tanta importancia como los cowboys y los nativos que viven allí.
Es este paisaje de la enormidad de la Norteamérica profunda es el que recorre Georgia, desde su primer viaje por Nuevo México en 1929. En 1949 se instala allí de forma permanente. Necesitaba conectar con la auténtica naturaleza, tenía que huir de la artificialidad de la ciudad.
La pintora salía a pasear todos los días por estos paisajes, descubriendo montañas, flores, huesos, poblados de indios nativos y demás detalles del gran paisaje norteamericano. Ella, que coincidió con las grandes generaciones de la llamada gran literatura americana, detestaba la retórica de esta nomenclatura. Porque eran hombres que creaban desde las grandes ciudades, principalmente Nueva York. ¡Ella sí que conocía el inalterado territorio estadounidense, por el que habían pasado diversos pueblos a lo largo de siglos!
De la misma forma que su mirada atenta transformaba los gigantescos edificios urbanos, ahora lo hace con el paisaje de las montañas, del inmenso desierto. Los colores vivos que parecen antinaturales son los que realmente ha visto en los poderosos atardeceres de Nuevo México, en las tormentas temibles del desierto.
También explica cómo el enfoque a piedras y huesos contra el cielo ofrece una visión totalmente novedosa que se plasma en el cuadro con gran originalidad. Y con un extraño grado de abstracción, ya que tiene una correspondencia con el mundo real.
El cómic de Balthus que completa la exposición del Museo Thyssen
La auténtica interpretación del arte de Georgia O’Keefe
Durante muchas décadas, y aún hoy, la obra de Georgia O’Keeffe se ha malinterpretado. En los años 20 las teorías de Freud sobre sexo y género estaban en boca de todos los intelectuales. Las piezas de la artista, especialmente sus famosas flores, eran interpretadas como grandes úteros. Tampoco ayudaba que en sus primeros años como artista había expuesto sus abstracciones junto a la fotografía de desnudos de Alfred Stieglitz.
Sin embargo, ella explica que quería que la gente mirase las flores de la forma que ella las observaba, con el tiempo necesario de pausa. Por eso las hacía inmensas, para hacerlas más importantes en las galerías y los museos. Quería devolvernos la naturaleza a nuestros entornos urbanos gracias a la pintura.
En el cómic de Georgia O’Keeffe se hace este recorrido por la vida y obra (que se convierten en indivisibles) de la artista norteamericana. Es una excelente herramienta para aprender sobre esta creadora, quizá la primera gran artista, no sólo mujer, sino también entre los hombres, que se atreve a crear una auténtica pintura de los Estados Unidos.
Cómics de Astiberri en el Museo Thyssen Bornemisza
De nuevo el Museo Thyssen vuelve a acertar en su apuesta por el cómic, asociándose con Astiberri. Lo había hecho así con Dos holandeses en Nápoles de Álvaro Ortiz, Museomaquia de Santiago García y David Sánchez y Balthus y el conde de Rola de Tyto Alba. Es, sin duda, una espectacular forma de acercar el arte para todos los públicos y así enriquecer las exposiciones y la institución.
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