Berenice Abbott, mucho más que la fotógrafa de Nueva York

La visión icónica de Nueva York como la ciudad de rascacielos se ha consolidado después de la visión de los grandes edificios durante décadas en el cine y las series de televisión. Sin embargo, hubo un momento en los que todavía no se había levantado en la isla de Manhattan ese icónico skyline y cada nueva fila de rascacielos construida asombraba a propios y extraños. Por ejemplo, Federico García Lorca, en su “Poeta en Nueva York” (1929-30) juega con la imagen del cielo recortado por la altura de los enormes edificios. Unos años después, a comienzos de la década de los años 30, Berenice Abbott, se dedicó a fotografiar los rascacielos de la Gran Manzana. Este es uno de los momentos imperdibles de la nueva exposición de la Fundación Mapfre de Barcelona dedicada por vez primera a una artista, la fotógrafa Berenice Abbott (1898-1991).

Peggy Guggenheim, Francia, 1926

La fotógrafa venía de una estancia en Europa, a dónde había viajado para convertirse en escultora. En la capital francesa había colaborado como asistente de Man Ray, adentrándose definitivamente hacia la fotografía. En esos primeros años como fotógrafa se consolidó como una excelente retratista de una serie de personajes ilustres de la cultura, como James Joyce, Peggy Guggenheim o Jean Cocteau. Ya había vivido en la Gran Manzana cerca de diez años antes. Así que, cuando Berenice Abbott regresa a Nueva York se encuentra con una ciudad vertical, con monumentales rascacielos que han continuado construyéndose a pesar de la dureza de la Gran Depresión que siguió al Crack del 29. Berenice Abbot se lanza con su cámara a fotografiar esta ciudad totalmente nueva, que sustituye poco a poco a los antiguos edificios que habían habitado las generaciones anteriores. Abbott experimenta con las perspectivas que ofrecen los inacabables rascacielos hacia lo alto, pero también hacia el nivel del suelo, quizá retomando aquellas perspectivas forzadas de las ciudades del expresionismo alemán, como en Metrópolis (1916-17) del pintor Georges Grosz o la otra Metrópolis (1927), la película de Fritz Lang. Los ciudadanos aparecen diminutos ante las espectaculares edificaciones. Sólo hay un edificio del que tenemos todo un reportaje fotográfico de su construcción, el Rockefeller Center, pudiendo admirarnos no sólo de las dimensiones sobrehumanas del edificio sino con la enormidad necesaria para su construcción, con su profunda cimentación y la compleja estructura de acero que lo sostiene.

Rockefeller Center, ca. 1932

Berenice Abbot quería mostrar los contrastes que provoca la modernidad, con el rascacielos cómo máximo ejemplo de la actualidad del progreso: hay fotografías en las que se subraya la diferencia de estas construcciones mastodónticas al lado de los edifcios anteriores que todavía resistían en pie. Pero también examina el progreso a través de otras infraestructuras. Son los puentes de Nueva York como grandes obras de ingeniería del siglo XIX, esqueletos de acero desnudo frente a las estructuras de cristal y acero de los nuevos edificios neoyorquinos; y el metro, tanto en los armazones que se muestran al exterior de la ciudad, como en las estaciones, vistas como una nueva catedral de la modernidad, amplias, con cuidados focos de luz natural, pero vacías debido a la pobreza generada tras la crisis de 1929.

En París, Berenice Abbott había admirado la obra de Eugène Atget (1857-1927), tanto que compró gran parte de su colección fotográfica. Este fotógrafo había retratado el París que quedaba sepultado por la modernidad. Se convierte entonces en una enorme influencia para la artista americana que busca qué aparece de nuevo en la ciudad en contraste con lo anterior. Por ejemplo, retrata las tiendas, surtidas de toda clase de productos elaborados, como una pieza esencial de la sociedad capitalista norteamericana. Incluso nos muestra un local con postres elaborados listos para llevar.

Ferretería, 26 de enero de 1938

Aunque lo parezca debido al valor documental de su fotografía, Berenice Abbott no es una fotoperiodista. Como hemos visto, en su producción priman las composiciones, las perspectivas, los juegos de luces y sombras. Por tanto, Berenice Abbott es consciente en todo momento del poder artístico de la fotografía.

La exposición de Berenice Abbot de la Fundación Mapfre de Barcelona se cierra con la producción más desconocida de la autora, aunque probablemente sea la más vista por un amplio público en Estados Unidos. Se trata de unas fotografías científicas que servían para ilustrar los libros escolares de varias generaciones de alumnos del sistema educativo americano. Son imágenes de fenómenos de ciencias: refracción de la luz, movimiento de objetos, microbiología, cristalografía, física…El Massachusetts Institute of Technology (MIT) proporcionó a Berenice Abbott los medios necesarios para que pudiera trabajar en sus laboratorios, convirtiendo a la artista en la primera fotógrafa en trasladar a las instantáneas algunos hechos de la ciencia. La técnica fotográfica se pone al servicio de la ciencia y la educación, sin perder un ápice de belleza.

Las ondas de agua cambian de dirección, 1958-1961

En definitiva, en la Fundación Mapfre de Barcelona la fotografía de Berenice Abbot va más allá de sus icónicas imágenes de Nueva York y se adentra hacia un mundo científico, para sorpresa de todos los visitantes.

 

“Berenice Abbott. Retratos de la modernidad”. Hasta el 19 de mayo en la Casa Garriga Nogués, sede la Fundación Mapfre de Barcelona.

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